sábado, 14 de abril de 2012

Dorīmukyatchā

Entramos como en un parque. Íbamos a hacer una especie de macroqdd o algo por el palo. Al hacerse de noche, entramos como en un tipo de cuartel de la policía, pero sin ser exactamente de la policía.

Nos metimos allí, que no había nadie, nos hicimos la cena y dormimos.

No entiendo el por qué, cuando me desperté estaba dentro como de una cámara frigorífica, y yo solo. Me abrieron la puerta dos tíos que no conocía de nada. Me puse a gritar y apareció Karlos y un Mr.X con sillas y empezaron a pelearse con los tipos. Me desatan y me lleva arriba del todo para enseñarme algo con lo que iba a flipar.

Cuando llegamos a un ático (sin encontrarnos a nadie por el camino), me dice que mire alrededor, en la calle. Todo el mundo estaba vestido de policía, así que había disturbios por todos lados y no se sabía quién era policía real o no, así que se estaban dando de ostias entre todos.

En un principio aluciné, hasta que Karlos dijo que sabían que había sido él, y que él me había incluido en los planes. Ahora tenía a todo dios buscándome, y estaba dentro de una especie de cuartel de la policía. UNA IDEA GENIAL.

Nos quedamos allí un poco mas de tiempo, observando a la gente darse ostias, hasta que dos policías aparecieron y nos peleamos con ellos. Entonces decidimos que correr era lo mejor. Según íbamos bajando plantas, se volvía todo más complicado. Karlos habló conmigo y me dijo que nos veríamos en la puerta del parque de la macroqdd, que lo mejor sería separarnos, ya que juntos hay menos posibilidades de salir.

Salí corriendo, bajando una escalera de metal y ya me encontré con gente. Opté por la velocidad para correr, así que salté, empujé y me puse a correr como si no fuera humano. Al correr a tanta velocidad, saltaba de cojones pero mi fuerza seguía siendo la misma (cosa que no entiendo, debido a que la fórmula de la fuerza es Fuerza = Masa x Velocidad. Mi masa era igual, pero mi velocidad era la del viento... En fin). Saltaba y me tiraba por los recovecos que hay entre las escaleras. Debía ser un edificio la hostia de grande, porque tardaba la vida en bajar. Siempre había escaleras.

Me dediqué a esquivar gente por un tubo, hasta que hubo una tía que me engañó.

Era extraño, porque la mirada no mandaba peligro y me sugirió que me escondiera en la habitación donde ella estaba. Según entraba en esa habitación, más pensaba que la había liado metiéndome allí, y no porque ella hiciera algo, si no por un dato en el que caí cuando mi cuerpo se estampó contra el suelo por una ostia de esa mujer. Sólo hay una salida, y era la misma entrada.

Esa mujer empezó a darme ostias descomunales. Rubia, alta y con buena figura. Me daba palo devolvérselas, pero o se las daba yo, o me mataba a ostias.

Llegó un punto en el que la mujer y yo estábamos destrozados. Habíamos reventado toda la habitación salvo un espejo pequeño de retocarse la cara. Yo me levanté del suelo, pasé de la mujer y fui a coger el espejo, pero se me abalanzó y me volvió a tumbar.

La mirada esta vez no transmitía ira ni cansancio, esta vez reflejaba miedo. Le hundí la cabeza contra una puerta de una especie de armario y cogí el espejo. Cuando vino a por mi, me dijo que me ayudaría a salir, si le devolvía dicho espejo.

Fui con ella defendiéndome y corriendo hacia abajo hasta llegar a un balcón de una de las primeras plantas.

Me alegré y le dí las gracias. Ella me pidió el espejo y  yo le dije que se lo daría en ese mismo instante, pero que debía entender que no se lo pudiera dar en la mano, porque entonces correría el riesgo de que me volviera a dar de ostias, y esta vez no había habitación. Podía volar por el balcón, podía retenerme allí hasta que vinieran mas guardias... Ella me dijo que lo entendía, pero que qué podía hacer. (Escena de sexo censurada). Yo le dije que se pusiera en la puerta de entrada al balcón, que yo se lo tiraría y me iría corriendo. Se puso allí, le tiré el espejo y corrí como alma que lleva el diablo.